Print
Here's an English summary, c/o Nick Jackson of GM Watch, of Ignacio Chapela's open letter on Mexico's new law on "Biosafety". It was written in the run up to the bill's final approval by the Mexican Congress.

Add your voice to the global protest over the treatment of Dr Chapela: http://www.gmwatch.org/proemail1.asp?id=7

1. Chapela letter - English summary
2. Chapela letter - full Spanish text
------

1. Chapela letter - English summary

The proposed legislation about to be passed by the Chamber of Representatives might well be re-titled: "The Law for Genetic Colonisation for the 21st Century" or "The Law for the Promotion and Gratification of the New Genetic Colonies". The legislation only succeeds in ensuring the interests of a tiny elite within Mexico which in turn represents the narrow interests of political and economic powers at home and abroad.

The implications of GM technology are profound and the effects of GMOs unpredictable. The government tells us that it knows of no damage caused by the release of transgenics, but this might well be a cause for alarm rather than complacency. No evidence exists simply because no attention has been paid to the obvious problems of genetic manipulation. Any research expressing reservations in respect of transgenics is routinely discredited. Those studies that purport to find no evidence of risks from transgenics are invariably funded by the industry itself.

Any opposition to the dogmatic principles of the science at the core of this legislation is stifled. The dangers of genetic contamination are barely mentioned. Similarly watered down is any attempt to enforce labelling and public information about transgenic products, and the legislation has effectively excluded public representation in the decision-making process.

Many countries have rejected GMOs outright or introduced strict controls Even in the US, opposition to GMOs is growing. In the midst of this climate of opposition we might wonder why the Mexican government is so keen to rush through this piece of legislation.

It is obviously in the interests of those who have ploughed millions of dollars into the research, without seeing any benefits. Under the aegis of the US State Department, the big companies are poised to cash in on the introduction of GMOs in Mexico. Monsanto has declared its intention to claim property rights on transgenic maize found in Chiapas with no consideration for the rights of small landowners to save their seed and avoid genetic contamination of their crops.

Mexico, the land where maize originated, is set to become the centre of a struggle to foist transgenics onto the market by way of multinationals such as Monsanto, Syngenta (Novartis), Dupont and the Mexican company Seminis/Savia. Mexico, the repository of genetic riches, could become the dumping ground for the transgenic products no one wants.

The Mexican government must reject the legislation to protect our national interests. It must reject the imposition of alien political and economic interests.

"Land, Liberty and Genetic Independence"

Ignacio H. Chapela
Berkeley, California, 13 December 2004
-----

2. Chapela letter - Spanish original

A los Ciudadanos Diputados del Congreso de la Unión en México
A los Ciudadanos y colegas científicos mexicanos
A la población de México

La propuesta Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, a punto de ser firmada por la Cámara de Diputados, podría bien llamarse la
Ley de Colonización Genética para el Siglo XXI. O tal vez la Ley de Promoción y Gratificación de las Nuevas Colonias Genéticas. Esta ley asegura los nintereses de una elite reducida en México, que a su vez representa los intereses de otros poderes económicos y políticos fuera y dentro del país. Su firma y ratificación significarían la apertura de un capítulo triste en la historia que parece llevar al país y al mundo rumbo a una nueva época de oscurantismo. El camino de salida de esa época no puede ser más que largo y muy penoso. Pienso que no es una buena idea y no es una buena decisión firmar esta Ley. No lo es para el país, no lo es para el mundo.

El indigerible "Dictamen a la Minuta Proyecto del Decreto" por el que se presenta esta ley a los Diputados de la República podría haber sido tomado de alguno de los muchos documentos de la Inquisición: es un ejercicio consumado de ofuscación y complicación burocrática, pseudo-científica, que sirve simplemente para justificar la ejecución de un designio dictatorial que permita borrar de la página de discusión a cualquiera que sugiera la mínima oposición a una nueva y poderosa forma de apropiación ilegítima de los recursos comunales y públicos, de los derechos de los campesinos e indígenas, de la libertad y la soberanía del país.

La Ciencia detrás del llamado "Debate" : lo que sabemos. Si existe algo que sepamos respecto a los nuevos organismos transgénicos (vulgarmente llamados organismos genéticamente modificados u OGM), es que representan una intervención en la naturaleza viva sin precedentes en la historia del planeta, mucho menos de la humanidad. Sabemos que dicha intervención es profunda y de consecuencias que no se restringen al momento y lugar en que se les produce, sino que puede propagarse a través de las propiedades reproductivas de los organismos que las sufren.

Sabemos también que no sabemos lo suficiente para predecir la más mínima consecuencia de la intervención transgénica. Los promotores de la propuesta Ley tienen razón cuando dicen, a través de sus magna-porta-voces pagados tanto por la industria como por los recursos públicos, que no existe evidencia de daño causado por la liberación de los trangénicos al ambiente. Es por esto que la población de México debería de estar alarmada, no satisfecha, con tales declaraciones.

No existe evidencia suficiente por la simple razón de que no se ha puesto suficiente atención a los problemas obvios y esperables de la manipulación genética de la naturaleza viva. Aún en los países e instituciones más ilustradas y financieramente acomodadas, como la mía en la universidad más prestigiosa de California, la sexta economía del Planeta, no existe ni la capacidad física, ni los recursos intelectuales, ni el interés institucional o la decisión política que serían necesarios para establecer los riesgos reales de los transgénicos, ni las medidas que serían necesarias para detectar la actualización de tales riesgos. Esto no lo digo sólo yo, sino también otros individuos y grupos diversos, tales como la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de Norteamérica, en estudios con los cuales yo tuve el privilegio de colaborar.

Sabemos que nuestras instituciones académicas han sido también transformadas desde el interior de su constitución más íntima. En el área de los transgénicos, lo que se ha dado por llamar "ciencia" en nuestras instituciones (y también en la Ley propuesta) no es más que una práctica técnica basada en una mezcla de principios ya ahora anticuados y un abuso de las propiedades naturales de reproducción de los seres vivos. Sin embargo esta práctica, más política que científica, es protegida como corresponde a cualquier otra práctica dogmática e insegura de su posición en la sociedad: cualquier fuente de oposición al dogma es rápida y violentamente silenciada con los castigos más fuertes que se reserva nuestra ilustre institución académica.

Sabemos que, junto a nuestra incapacidad por siquiera ver - no se diga predecir- las consecuencias de la manipulación transgénica, también tenemos una incapacidad de controlar esa manipulación. A pesar de los esfuerzos por suprimir la información respecto a esta realidad, el problema de la falta de control sobre los transgénicos es tal, y de tal naturaleza, que sigue siendo detectado por cada vez más miembros de la comunidad científica, así como otros ciudadanos. Así como no se puede declarar inexistente por decreto, este problema no se resolverá tampoco al borrarlo de los documentos que el Congreso de la Unión ha recibido. Para muestra, basta un botón: a pesar de una crisis de contaminación transgénica rampante en el campo mexicano, el único sitio en donde se usa la palabra "contaminación" en el "Dictamen a la Minuta Proyecto deS" es aquél en donde se narra cómo se permitirá la liberación al ambiente de microbios transgénicos en la cercanía inmediata de plantas o animales en peligro, tales como aquellos en las reservas naturales de la Nación.

Sabemos también que los pocos y castigados esfuerzos independientes por siquiera vislumbrar la posibilidad de algún problema con los transgénicos continúan acumulándose de manera alarmante para indicar que sí, de hecho, existen problemas potencialmente muy serios. En contraste con los 70,170 artículos que encuentro esta mañana en una búsqueda sencilla de la literatura científica bajo el término "transgénico", sólo uno se ha publicado con datos primarios respecto a la contaminación del maíz en México, sólo 10 respecto a los problemas de salud humana. De los 10 últimos, un estudio detallado en Noruega ha mostrado que todos los cinco que parecen indicar la "ausencia de prueba de daño" son pagados por la industria biotecnológica. Tres de los restantes fueron escritos por el Dr Arpad Pusztai, en Escocia, quien fué retirado de su puesto de 30 años como consecuencia directa de su atrevimiento al presentar los simples resultados de sus estudios sobre los daños de los transgénicos en animales de laboratorio.

Sabemos que la única forma en que se podrían hacer estudios científicos de los efectos sobre la salud de la población y de la ecología del país requerirían de enfoques epidemiológicos, los cuales a su vez necesitarían que existiera un etiquetado para poder contrastar los transgénicos con sus contrapartes no manipuladas. La Ley propuesta sabe esto también, y tiene cuidado de proteger los intereses de la ofuscación al no establecer esta necesidad, mientras se sugiere un laxo etiquetado que, lejos de permitir mayor conocimiento entre la población respecto a los productos derivados de los transgénicos, encubriría aún más la situación, poniéndola en manos de "los expertos". Es claro para mí que el supuesto fin de beneficio público en tal acción no justifica los medios de supresión de información hacia el público, ni aquellos de la exclusión del público y sus representantes del proceso de decisión.

Sin considerar seriamente lo que sería necesario para llegar a saber si los transgénicos son deseables o no, y sin permitir en ningún sitio la alternativa de decir un simple "No" a la liberación de transgénicos en México, esta Ley simplemente promueve los intereses de aquellos que desean liberar transgénicos al ambiente, incluyendo la promoción de más investigación, más apoyos a los mismos académicos que la escribieron, más subvenciones a una comunidad que no se pregunta si existe algún problema en el cuál ella pueda ser relevante, sino que exige de la sociedad -y ahora también del ambiente biológico mismo - que se apegue a sus designios malformes.

Los Orígenes y las Consecuencias del "debate" y su pretendida finalización con esta Ley. Sería un error histórico si el Congreso de la Unión firmara esta Ley, que significa un intento por cerrar una discusión que la gente desea entablar, pero que se le ha negado de manera rotunda y sistemática. Entre ciudadanos diputados responsables, el error se daría por no haber considerado cuestiones fundamentales de soberanía e identidad nacionales, pero también por no haber tomado en cuenta los orígenes de esta Ley y sus consecuencias más allá del contexto nacional.

Los OGM, organismos transgénicos, no son ninguna novedad, y se ha intentado su liberación al ambiente al menos desde hace más de veinte años. Este es un hecho poco conocido, porque el gobierno de los transgénicos se ha mantenido siempre en las manos de los "expertos" (aquellos con un conflicto de interés por ver a sus organismos dominar comercialmente el ambiente público). La oposición a la liberación de los transgénicos ha sido, sin embargo, continua y creciente desde un principio. En muchos países esta oposición se ha convertido en un rechazo declarado y oficial, que invariablemente recibe el apoyo de la población en general. En Estados Unidos, de donde originan la gran mayoría de estos organismos -y las corporaciones que quisieran recibir pagos por ellos- la oposición es amplia y ha llegado a las legislaturas estatales de más de diez estados. También aquí, en California, hay un movimiento creciente en las municipalidades que rechazan la liberación de transgénicos al ambiente público. ¿Por qué, entonces, la urgencia por pasar una ley de promoción de la transgenia en México en un momento como éste, sin mayor consulta significativa y justo antes del receso de fin de año?

La única razón que yo encuentro es el interés de los que ya llevan invertidos 220,000 millones de dólares y casi un cuarto de siglo en una manipulación que no ha traído prácticamente ningún beneficio económico. Es claro para mí que, ante la negación de los países más industrializados (y en general, más informados al respecto) de pagar tal deuda adquirida por las corporaciones productoras de transgénicos, el esfuerzo tanto de esas corporaciones como del Departamento de Estado de EEUU es por obligar a los países menos industrializados a recibir estos productos, y a través de ellos cubrir la deuda adquirida por aquellos. Esto es claro para cualquiera que (sin llevar consigo conflicto de interés) haya participado en las reuniones multilaterales al respecto en los últimos cinco años.

Los OGM transgénicos no han sido producidos para satisfacer ningun problema de relevancia a México, ni tienen esperanzas reales de llegar a cubrir esas necesidades. Más que nada, se han convertido en un "hierro molecular", a través del cual es posible identificar a los seres vivos como "propiedad privada" de una u otra corporación o interés comercial. Por ejemplo, Monsanto ha publicado desplegados en Chiapas declarando su intención de ejercer, directamente o a través del gobierno mexicano, sus "derechos de propiedad" sobre los maices transgénicos que ahí se pudieran encontrar. La corte suprema de Canadá estuvo de acuerdo este año con estos derechos de la corporación, por encima de cualquier derecho del campesino para mantener su propia semilla, e incluso para querer evitar que sus campos agrícolas fueran contaminados.

Son estas razones de mucho peso que explican la fuerte oposición que se ha dado a los transgénicos, oposición que la Ley propuesta ante el Congreso de la Unión parece no haber registrado de ninguna manera significativa.

Los esfuerzos por legitimar la supresión de esa oposición a través de una legislación que no toma en cuenta más que la posición de los promotores de la liberación de transgénicos no hará más que recrudecer lo que ha sido una confrontación innecesaria y muy costosa. La ciudadanía tiene una legítima preocupación respecto a la intervención transgénica en la naturaleza, en el ambiente público, y esa preocupación justificada no puede ser silenciada por decreto, por ley o por la corrupción de las instituciones académicas para dar cobertura a prácticas dictatoriales en la biología pública.

México se encuentra jugando un papel para el mundo de transferencia múltiple. En primer lugar, es la fuente de los recursos genéticos para el mundo en varios grupos de plantas y animales, y muy especialmente también en el maíz, que es la segunda fuente más importante de alimento para el mundo. En el flujo inverso, México es uno de los grandes portales internacionales para la introducción de transgénicos al mundo menos industrializado. A través de instituciones pseudo-mexicanas como el CIMMYT, del las corporaciones conocidas, como Monsanto, Syngenta (Novartis) y Dupont, y de las menos conocidas pero igualmente poderosas, como la mexicana Seminis/Savia, y a través de los centros mejor apoyados por el erario público, existe una verdadera marea de introducciones de transgénicos al mundo "en desarrollo" desde México. País tan delicado juega entonces a un tiempo el papel de depósito de la riqueza genética del mundo y de basurero internacional de productos de la transgenia. La Ley presentada al Congreso no hará más que legitimar esta contradictoria y muy dañina situación.

México también representa tal vez la fuente más respetada de opinión respecto a estos temas en el mundo menos industrializado, por su excelente y bien desarrollada capacidad científica, de políticas y de análisis. El mensaje que México envíe al mundo con la firma de esta Ley tendrá muy grande influencia para la introducción de los transgénicos a muchos otros países, quienes no tienen la capacidad científica o de políticas para establecer criterios complejos de intervención en la discusión. Los magna-porta-voces de la promoción de la transgenia se harán cargo de difundir, aplicar, y donde sea necesario "corregir" ese mensaje.

Por estas razones,

Hago un llamado a los ciudadanos miembros del Congreso de la Unión para que rechacen el proyecto de Ley que se les presenta. Creo que esta sería la decisión más racional si se considera el balance entre los beneficios (siempre hipotéticos y exagerados) y los riesgos (claros aunque aún precariamente establecidos) representados en la liberación de los transgénicos al ambiente público. Creo que sería la decisión políticamente adecuada, dadas las contundententes implicaciones negativas que estos avances tienen para la soberanía nacional, la sobrevivencia de la población campesina e indígena del país, y para el papel de líder de México entre los países del mundo.

Hago un llamado a los miembros de la comunidad académica y científica para que rechacen los esfuerzos (bien pagados, mal intencionados) por socavar los cimientos de nuestra comunidad en la diversidad de enfoques, la libertad de investigación y expresión, la responsabilidad pública, y la independencia de influencias ajenas a la buena razón. Es hora de marcar un alto contundente, claro y público al secuestro de nuestras instituciones por agentes ilegítimos de intereses comerciales y de políticas ajenas. Nuestra comunidad es el último refugio público de la razón, y se halla sitiada en el mundo entero. No podemos más que defenderla y mantenerla como un espacio y un bien público, no privado o privatizable.

Desde tierras que alguna vez fueron nuestro país, hago un llamado a la ciudadanía de México para que mantenga la vigilancia de sus recursos genéticos, que se encuentran en el mismo peligro en el que se ha encontrado su tierra, su identidad, su forma de vida y su idiosincrasia a lo largo de tantos siglos. Sabiendo que esta cultura aún existe, tengo esperanza en que la ciudadanía sepa una vez más afirmar lo que sabe suyo y exigir la responsabilidad pública de quienes lo manejan.

Dice una de las múltiples comunidades campesinas que nos honran con su correspondencia: "El maíz nos ha ayudado a sobrellevar muchos problemas a lo largo de las generaciones. Ahora el maíz está en problemas. Es hora de que nosotros ayudemos al maíz." Yo pienso que tienen razón.

Al llamado de tierra y libertad que nos hicieran proclamar aquellos que supieron distinguir las cosas trascendentes quiero añadir la independencia genética:

"Tierra, Libertad e Independencia Genética."

Ignacio H. Chapela
Berkeley, California, 13 de diciembre de 2004